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domingo, 8 de abril de 2012

¡De excursión en el camión de Antoñito!

En la foto Antoñito Quintana con su esposa, Purita, sus hijos y sobrinos, y sus medianeros Pepe, Amelia, Nicolás Hernández y Alberta, con algunos de sus familiares.


Por los años 50 no había muchos lujos, pero nunca faltaban las ganas de divertirse y pasarlo bien. Las excursiones en el camión de Antoñito Quintana eran una de las formas de salir de la monotonía y de disfrutar de la naturaleza, ya fuera en la playa, en el campo, en el pinar  de Tamadaba o en las fiestas de otros pueblos.  


¡Nos vamos de excursión al Pinar de Tamadaba! Con esa frase, que corría de boca en boca entre familiares, amigos y vecinos, comenzaba el jolgorio, principalmente entre la chiquillería, para organizar la salida en el camión de Antoñito. En el día y hora señalados estábamos todos más contentos que unas pascuas, las mujeres con sus cestas con los almuerzos y meriendas: las tortillas de papas, las latas de sardinas y de atún, el queso, la talega del pan, el balde de tunos, unas manos de plátanos, las botellas de agua y una tableta de chocolate para endulzar la boca.


Durante el camino cantábamos para  ir contentos y entretenidos, de esa forma lo pasábamos bien y  transcurría rápidamente el tiempo del viaje.


Otras veces la excursión era corta, a la playa de La Aldea, por el Roque. Allí al fresquito almorzábamos, mientras charlábamos animadamente. Después de los postres, los chiquillos nos íbamos al agua, a pesar de que nuestras madres protestaban y nos advertían  que se nos iba a cortar la digestión, y los mayores a echarse una siesta a la sombra de los riscos.


Una vez, al pasar por la destilería del Ron del Charco,  percibimos un intenso mal olor, puesto que se encontraba el camino lleno de deshechos de la caña dulce. Debido a esa circunstancia, los chiquillos empezamos a cantar:


-Fo, fo y siempre fo;  fo, fo y siempre fo. Y proseguíamos: -Fo, fo y siempre fo; fo, fo y siempre fo.


De esa manera llegamos hasta el pueblo cantando la canción, y en cualquier momento de nuestra niñez cuando percibíamos un fuerte mal olor la empezábamos a cantar entre risas.

miércoles, 15 de junio de 2011

La Aldea de San Nicolás: Ese mar, mi mar

La Aldea de San Nicolás, Gran Canaria, España, es un pueblo de ancestral lejanía de la capital y del resto de la isla. Antiguamente era más difícil ir de compras a Las Palmas de Gran Canaria que llegar en barca a la vecina isla de Tenerife, pues era más fácil navegar que atravesar las montañas a pie, y también porque el Teide, como su inmenso faro, atraía a los aldeanos. Actualmente es más fácil acceder a cualquier lugar de Gran Canaria, pero nos separan las montañas y nuestro anhelo por conservar el acervo que hemos heredado de nuestros ancestros.


Ante esa lejanía  nos hemos arraigado tanto que nuestro espíritu vuela desde cualquier sitio del mundo en que nos encontremos para aspirar su esencia que nos permita vivir con alegría y paz en nuestra alma.


Entre tanto icono de nuestro pueblo, surge el mar aldeano como la luz, la llama incandescente, el faro que nos guía y nos da fuerza para persistir en el camino, para continuar la diaria senda y para seguir con la llama encendida y con la ilusión de besar nuevamente nuestro pueblo,  y bañarnos en sus aguas, en nuestro mar aldeano.


Yo he escrito mucho con gran devoción y amor a ese mar que nos cautiva y nos embelesa.


De ahí que la poeta chilena Marysol Salval (http://marysolsalval.blogspot.com/) me haya escrito con gran cariño este delicioso poema:




Ese mar, tu mar
Danza en el recuerdo
Y en sus aguas titila el brillo
De nostálgicos ayeres
Ora tristes, ora alegres
Vaivén sereno
De la historia de tu vida.

Ese mar, tu mar
Sabedor de todos tus secretos
Se mece en tu memoria
Enigmático y cómplice
Y te trae con la brisa
La humedad salobre de su encaje
El oro fino de sus playas
Y la algarabía de las gaviotas.

Nadar en sus azules aguas
Te vivifica y fortalece
Es refugio y consuelo
Es abrazo, es amigo
Es sueño y esperanza
Horizonte sin límites
Que te hace renacer
Una y otra vez.

Ese mar, tu mar…

© - Marysol Salval


Y yo, agradecido, le contesto:

Marysol:

El mar nos embriaga como el amor
nos llama, nos atrae y nos persigue
nos alienta y nos acoge en sus brazos
nos acuna y nos embelesa en sublime éxtasis.

Sin mi mar yo no podría existir
sin amor también estaría huérfano
en ti encontré el inefable y divino amor
y en mi mar la llama que me permite vivir.

domingo, 1 de mayo de 2011

La Aldea de San Nicolás: Porque es mía


No amo a La Aldea por sus inigualables playas
El Roque, Las Barquillas, La Caletilla o El Puerto
ni por las espléndidas montañas de Los Cedros, ni Hogarzales
tampoco por el alto Pico de La Inagua, ni por Risco Redondo
aunque siempre los llevo muy presentes en mi alma,
tampoco por el Caidero de Las Huesas, ni por la Cueva del Mediodía.

No amo a La Aldea por su hermoso y fértil valle
ni por el entrañable y añorado Barranco Grande
tampoco por el cálido y embriagante aroma del pueblo
ni por la calidez y hospitalidad de sus gentes
tampoco por los sueños que desde niño me acompañan
rememorando los inefables momentos pasados en él.

¿Saben ustedes porqué la amo?

Yo la amo porque es el pueblo de mis abuelos, padres y hermanos.

Yo la amo  porque es mía.

Fotos Aéreas de Canarias

Foto de la Playa de La Aldea
antes de la construcción del muelle.

martes, 29 de marzo de 2011

Primer poeta aldeano: Maximiano Matías, "El Guajiro de Peñón Rajao"




Maximiano Matías, "El Guajiro de Peñón Rajao"

Maximiano Matías es un personaje histórico de La Aldea de San Nicolás. Es el primer poeta que traté en persona, siendo yo niño, hace más de 50 años. Este señor es el primero que conocí de una serie de escritores y poetas aldeanos. Muchos de ellos casi desconocidos. Como todos los poetas, sin medios para publicar y para vivir, repartiendo sus décimas a cambio de algunas monedas para continuar escribiendo y ¡viviendo!
Precisamente ayer estuve charlando por Skype con Néstor León el cual me contó que había publicado 15 libros...¡Y yo no me había enterado, debido a la distancia! Por lo tanto, decidí dar a conocer al primer poeta, que cantaba a la naturaleza, a su pueblo, defensor de los oprimidos y que denunciaba las injusticias. Tal es así que por este motivo fue apresado y llevado ante los tribunales ¡y era un señor de 84 años en aquel momento! Todos sabemos que fue una época negra de la historia de España en que, entre otras limitaciones, carecíamos de libertad de expresión. En homenaje a Maximiano por ser el primer poeta que conocí, transcribo literalmente estas décimas de su autoría.


PRIMERA PARTE

"Lectores pongan asunto
a lo que dice el guajiro,
pongan a punto de mira
y verán el tiro a punto
vamos a hacer un conjunto
y pedirle a Dios del Cielo
que salve a los fugitivos
y los mande a su pueblo
pedirle socorro al Gobierno
que puedan ser socorridos.

Si no han sido criminales
ni han profanado amor propio
deben ser perdonados
como han perdonado a otros
Jesucristo perdonó
a los que le crucificaron
y por eso el pecador 
debe ser perdonado
y tenerle compasión
a todos los atentados.

Hay que tener compasión
a todo fiel cristiano
porque el mejor escribano
suele hacer un borrón
esto no es heredado
ni es de naturaleza
son rollos desengranados
que estartalan la cabeza
hacen perder el control,
el sentido y la cabeza.

Esto es una enfermedad
que da el Dios soberano
y no hay cirujano
que la consiga curar
esto le suele pasar
al hombre de más talento
cuando se pierde el control
se pierde el conocimiento
es un sino que Dios da
el día del nacimiento.

Sus padres están amargados
sus mujeres y sus hijos
viendo sus fotos fijos
en la Prensa publicadas
sus amigos allegados
y familias apreciables
llenas de penalidades
pensando de noche y día
si volverán a encerrarlos
o les quitarán la vida."





SEGUNDA PARTE

"Todo  el que sea apresado
le falta naturaleza
sino está alcoholizado
está mal de la cabeza
y a veces se aproxima
política o dinero
y si es un pordiosero
como muchas veces se ha visto
se lo llevan prisionero
aunque no tenga delito.

También a veces se llevan
a un presunto autor
pero siempre se le echa

Y lo llevan y lo interrogan
y después de interrogarlo
a veces suelen de darle
de propina una paliza
a eso hay que darle
el nombre de injusticia.

Cuánto les habrá pasado
haberse dado a la fuga
siendo mayor la suma
y ser más martirizados
para luego ser entregados
acuzados por el hambre
por la sed y por el frío
el fugarse les ha sido
para ellos desengaños
disgustos a la familia
que eso no tiene tamaño.

Hay que tener compasión
con todos los prisioneros
porquie Dios fué aprisionado
y clavado en un madero.
Jesucristo perdonó
a los que le crucificaron
porque les consideró
que estaban equivocados,
y el que se equivoca
debe ser perdonado."

Gracias, Maximiano, "El Guajiro de Peñón Rajao", por ser parte importante de la historia de nuestro pueblo.

viernes, 24 de diciembre de 2010

Feliz Navidad

Foto: Arcadio Suárez

Les deseo que pasen una Feliz Navidad y un Próspero Año Nuevo.
Que les acompañe la salud y que el agua caída sea una bendición,
acompañada por una buena zafra.
Agradezco su visita y comprensión durante todo el año.
Mi objetivo ha sido dar a conocer mi punto de vista sobre un tiempo pasado en La Aldea, con historias, cuentos y anécdotas que lo ilustran.

Que haya paz, amor, prosperidad, armonía y felicidad.

 
 
Feliz Navidad


Merry Christmas


Glückliches Weihnachten

Boas Festas

God Jul

Noeliniz Ve Yeni

Bon nadal

Zorionak

Joyeux Noël

Bo Nadal

Shinnen omedeto

Kung His Hsin Nien bing Chu Shen Tan

martes, 2 de noviembre de 2010

La Aldea de San Nicolás: ¡Me da miedo El Andén Verde!


Miguel desarrollaba una labor en La Aldea que le exigía estar en lugares lejanos, con poco margen de tiempo para desplazarse. Por ese motivo decidió adquirir un coche, a pesar que le tenía pánico a la conducción. Se fue a la capital y se lo compró. Cuando regresaba por el Andén Verde, vio que venía un camión, y era tanto el pánico que le producían sus acantilados que se arrimó a la montaña, a su izquierda, contraviniendo las normas de circulación. Al pasar, el chofer del camión paró para increparle, pero al verlo, exclamó con respeto: -Pero don Miguel ¡es usted! -Sí, hijo mío, tomé mi izquierda por temor a caer por el precipicio, y quiero llegar vivo para decir misa en La Aldea.




Juan Antonio Quintana
 
 
Foto 1: Francisco Suárez Moreno (Carretera que se ve con protección y más ancha que cuando tuvo lugar esta historia.)
Foto 2 : Alicia Julián



Historia de don Miguel López,
cura de La Aldea por los años 60.


domingo, 17 de octubre de 2010

La Aldea de San Nicolás: La historia de don José Matías, el Fotingo

Presentación en La Aldea del Triumph, ya restaurado, que perteneció a don José Matías, y superpuesta la foto del mismo con su Montesa.

Don José Matías era propietario de una panadería en El Estanco, aunque en su juventud se había dedicado a desempeñar el oficio de diligente propio, esto es, se encargaba de resolver asuntos o encargos de los aldeanos en otros pueblos, caminando por montañas y valles, salvando grandes desniveles por el escarpado y abrupto terreno.
Cierto día se levantó de madrugada para presentarse en el Juzgado de Guía a primera hora de la mañana, y a las 9 ya se encontraba dispuesto para ser recibido por el Juez. Éste le hizo entrar, pero muy a su pesar fue requerido para que entregara algún tipo de documento que no portaba en ese momento. Sin pérdida de tiempo tomó el camino de regreso al pueblo, a unos 50 Km. aproximadamente. Al cabo de unas pocas horas estaba de vuelta en el Juzgado y el Juez quedó perplejo, porque sabía que había tenido que recorrer de nuevo el trayecto Guía – La Aldea, de ida y vuelta, y que normalmente se tardaría medio día en recorrerlo una vez, y exclamó: “Pues usted corre más que un fotingo” (por el Ford T de aquella época.)
Feliz por haber solventado el encargo que le había llevado hasta el Juzgado Comarcal de la localidad norteña, comentó a todos que el Juez de Guía le había dicho que corría más que un Fotingo. Tanto lo dijo que se quedó con ese sobrenombre. Lo bueno era que a él le encantaba que lo llamaran así.
Le gustaba tanto la velocidad que con su moto Montesa de 125 c.c. protagonizó una historia legendaria. Allá por el año 1.960 La Aldea era un pueblo olvidado. No había mucha comunicación con la capital. Apenas el pueblo despertaba cuando recibíamos a alguna autoridad provincial o a Monseñor Pildain, Obispo de la Diócesis de Canarias. Esos días era una fiesta en el pueblo, los niños no asistíamos a las escuelas, sino que nos disponíamos a recibir solemnemente a aquellos personajes que nos parecían de otro mundo. Aquel año se anunció la Vuelta Motorista a Gran Canaria. Al fin llegó el día y un domingo por la mañana todo el pueblo estaba dispuesto para recibir a la caravana motorista formada por miembros de la Guardia Civil con sus potentes motos nunca antes vistas, ambulancias, enfermeros, jueces de carrera, periodistas, un vehículo grande con los mecánicos y repuestos, un camión escoba para recoger a los que se retiraban, más los coches y motos de la gente que seguía la carrera por toda la isla, como meros espectadores, situándose a los lados de la carretera, en lugares estratégicos.
Don José Matías esperaba impaciente en La Ladera con su Montesa preparada y cuando llegó el primero se unió a él y compitió con el asombrado motorista hasta La Playa. Cuando ése tomó ya el camino hacia Agaete, que era el siguiente pueblo, nuestro personaje se volvía raudo hacia La Ladera para empezar a competir con el siguiente que llegaba. Y así se pasó la mañana ante la alegría y el jolgorio de los aldeanos que lo jaleaban aún más cuando sobrepasaba a alguno de los motoristas, aprovechando el conocimiento de la carretera del pueblo.
El Sr. Matías era un enamorado de la velocidad y quería demostrar sus dotes con su moto.
Pero no a todo el mundo le gustaban aquellos alardes en pleno pueblo. Cierto día, sobre las 2 de la tarde, me encontraba en la Barbería de Antonio (Suárez Ojeda) en La Placeta, pues allí leíamos el diario. En ese momento nos percatamos que don José Matías iba y venía a toda velocidad por la antigua calle General Franco. Al poco tiempo apareció Panchito el Barbero (Francisco Suárez Segura) en la esquina de su casa, delante de la entrada de la Herrería de José Álamo, comentando con gesto serio que eso no podía ser, que era peligroso correr de esa forma por todo el pueblo. Allí esperó paciente a que regresara por donde se encontraba y lo mandó a parar. Yo no sé qué autoridad tenía, no sé si era Concejal del Ayuntamiento, pero sí sé que era un hombre de semblante adusto y que imponía respeto. Cuando estuvo a su altura lo paró y le recriminó su actuación y le dijo: Y ahora dejas la moto aquí y daré cuenta a la autoridad. No sé al fin qué sucedió. Tal vez posteriormente aquélla le habría llamado la atención y devuelto la moto.
Otra vez se encontraba en La Playa hablando con un amigo de su pasión por la velocidad. El Sr. Matías con su veloz Montesa y su amigo con una de mucha menos cilindrada, y menos cuidada. Era ese tipo de moto que cualquiera de nosotros le ganaría aun corriendo en bicicleta. Era tanta la diferencia que había entre una y otra que nuestro personaje le propuso echar una carrera dándole una buena ventaja de tiempo. Había que cubrir el trayecto entre La Playa y el pueblo, para lo cual le daría una ventaja de 5 minutos. Así se hizo. El amigo inició su camino lentamente, pues su vieja moto no daba para más. Don José partió a los 5 minutos a toda velocidad, él calculaba que ya por Los Molinos lo adelantaría y luego lo esperaría sentado en el Barranquillo La Plaza. Pero llegó a aquel lugar y no lo encontró, pensó que tal vez había corrido más de la cuenta, pero lo atraparé por Los Espinos, se dijo, dándose ánimos, pero tampoco lo encontró al llegar a aquel lugar. Cada vez aceleraba más para poder verlo, pero ni por La Ladera, ni por ningún otro sitio lo encontró. ¿Qué habrá pasado, cómo pudo llegar al pueblo y no lo encontré por el camino?- se preguntaba. Llegó al Barranquillo La Plaza y dio vuelta por todo el pueblo y no lo localizó. Al fin se volvió a su casa disgustado por el resultado, ya que lógicamente esperaba ganar.
Cuando al fin vio a su amigo le preguntó: ¿Cómo pudiste llegar hasta el pueblo y no te encontré? No lo sé- le respondió- yo corrí todo lo que pude y llegué rapidito.
Al final se supo que el otro lo engañó, pasó el puente del Barranco Grande y después de la curva de Di Stéfano (siento que no recuerde su nombre) se escondió entre los árboles y al poco tiempo vio a su amigo pasar a toda velocidad montado en su Montesa.
¡Le quise dar una broma!, comentaba risueño.


Un saludo a Paca Matías, a Fefo y a toda la familia, y me alegro que se hayan reunido en La Aldea para la presentación del coche de José Matías, un personaje entrañable de nuestra historia aldeana, pues como decía Gregorio Marañón: “El hombre es el que hace la historia.”


Con motivo de la presentación del viejo coche restaurado, un Triumph, modelo Herald 13/60, del célebre personaje popular, ya fallecido, don José Matías Llarena, mi amigo Francisco Suárez Moreno, Cronista Oficial de La Aldea de San Nicolás publicó en ARTEVIRGO un entretenido e ilustrativo artículo recordando la personalidad de este caballero.
Para leerlo, entra a (http://artevirgo.blogia.com/2010/100401-paisajes-y-personajes-en-el-recuerdo-vi-.don-jose-matias-el-fotingo.php)

sábado, 11 de septiembre de 2010

La Fiesta del Charco, Gran Canaria, Islas Canarias




Autor del video: Fistiki


Después de la verbena de amanecida del día 10, cuando se celebra el dia de San Nicolás de Tolentino, Patrono del pueblo, los más osados toman el camino que les lleva a la playa. Allí, a las doce de la mañana, una orquesta acompaña, con su animada musica, hasta el Muelle a locales y forasteros en un baile divertido e inigualable. Posteriormente se dirigen hasta cerca del Charco para almorzar en un bosquecillo, en el Parque Rubén Díaz, hasta las cinco de la tarde en que el Alcalde tira al aire un volador dando la señal de que ya se pueden tirar a recoger la rica lisa, y para divertirse. Hay premios para el que recoge la pieza mayor y para el que reúne más cantidad de ellas. Para tal menester se usan cestas y cualquier otro aparejo que permita capturar a los peces.


No olviden, cada 11 de septiembre se celebra La Fiesta del Charco, vivan ustedes cerca o lejos, prográmense para que puedan asistir y disfrutar de una fiesta ancestral que proviene de los aborígenes prehispánicos.



martes, 6 de abril de 2010

La Aldea de San Nicolás: La ruta de las presas, anécdotas y otras historias

La ruta que une La Aldea de San Nicolás y Artenara es una de las más hermosas que yo jamás haya visto en mi vida. El barranco camina encajonado entre riscos, algunas veces formando cañones impresionantes.
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Este camino lo he andado muchas veces, tanto a pie como en coche y cada vez que paso me impresiona como si fuese la primera vez.
Salimos del pueblo y pasamos por El Molino de Agua, seguidamente llegamos a La Fuente del Molinillo, que durante muchas generaciones fue el lugar donde la gente del pueblo se proveía de rica agua para tomar. A continuación pasamos por los tres puentes, el último de ellos en San Clemente, que es donde empieza a estrecharse el barranco, en dirección al pueblo, encajonado entre fincas. Subimos una larga cuesta y pasamos por Salado. En frente podemos observar el ubérrimo lugar de Pino Gordo. Continuamos el camino y pasamos el Barranco de Tifaracás. Más arriba encontramos la Presa de El Caidero de la Niña, la más pequeña de las tres. Después de la cola de la primera presa y, hacia la derecha, entramos por el Barranco de Siberio para observar la presa del mismo nombre, la única de las tres construida enteramente con piedra, técnica que no fue muy acertada, puesto que es la única que ha tenido grandes problemas de filtraciones, entre la pared y el risco. Varias veces subimos por el muro de la presa, ya que las piedras hacen de peldaños, como si de una escalera se tratara. En las otras dos hay que subir por una interminable escalera adosada al risco.
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Presa de Siberio, la única de las tres que se construyó con piedra, en el Barranco del mismo nombre.
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Volvemos al barranco principal, el de Tejeda-La Aldea, y poco más arriba se nos aparece la presa de El Parralillo, que tiene una capacidad ligeramente superior a la de Siberio, unos 4.570.000 m3.
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Vista desde la cima de Altavista, del Macizo de Pajonales- Inagua al fondo. En primer plano la cola de la presa de El Parralillo.
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Vista desde la primera cima de Altavista, del Macizo de Pajonales- Inagua al fondo. En primer plano la cola de la presa del Parralillo.
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Seguimos subiendo en grandes rampas y llegamos hasta un mirador donde se encuentra un viejo molino restaurado. Desde allí se pueden apreciar unas maravillosas vistas de las montañas del Macizo.

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Esculpidas las montañas
con un cincel divino
forman un sagrado altar
donde los canarios
elevan sus plegarias al cielo
y agradecen el regalo al Señor.
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Montañas que pisaron los aborígenes
disfrutando de la esencia de la tierra
respirando el perfume de las cumbres
que se elevan con sus enhiestas cimas al cielo
para tocar con sus dedos el manto del Creador.
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Poesía petrificada es mi tierra
himno de amor al terruño querido
sinfonía de olores, colores y fantasía
maravillosas huellas de nuestros antepasados
que nos dejaron grabadas en montañas y caminos.
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Seguidamente llegamos a Acusa donde hubo un tiempo que acompañaba a mi padre a buscar garrafas de un agua fresca y exquisita que salía de un chorro procedente de las cumbres, la mejor de toda la cuenca del Barranco.
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Fotos:
Rastatun (1)
Tania M. Artiles(2)

martes, 9 de marzo de 2010

La Aldea de San Nicolás. Antoñito Quintana: Cuentos y anécdotas de camioneros

Antoñito Quintana era un enamorado de la conducción. Desde niño aprendió a conducir el camión de su padre. Me contaba que siendo muchacho lo manejaba en segunda velocidad durante todo el camino, cargado de tomates, hacia El Muelle de La Aldea, puesto que aún no sabía emplear las otras marchas.

Siempre que conducía iba cantando distintas canciones. Una de sus predilectas era El Milagro de San Antonio. Esta canción se me ha quedado grabada en lo más profundo de mi corazón.

El milagro de San Antonio

Divino Antonio precioso suplícale al Dios Inmenso
que por tu gracia divina alumbre mi entendimiento,
para que mi lengua refiera el milagro
que en el huerto obraste de edad ocho años.

Este niño fue nacido con mucho temor de Dios,
de sus padres estimados y del mundo admiración.
Fue caritativo y perseguidor
de todo enemigo con mucho rigor.

Su padre era un caballero cristiano, honrado y prudente,
que mantenía su casa con el sudor de su frente,
y tenía un huerto donde recogía
cosechas y frutos que el tiempo traía.

Por la mañana un domingo como siempre acostumbraba,
se marchó su padre a misa, cosa que nunca olvidaba.
Le dijo: “Antoñito, ven aquí, hijo amado,
escucha que tengo que darte un recado.

Mientras tanto yo esté en misa buen cuidado has de tener,
mira que los pajaritos todo lo echan a perder.
Entran en el huerto, comen el sembrado,
por eso te encargo que tengas cuidado.”

Cuando se ausentó su padre y a la iglesia se marchó
Antonio quedó cuidando y a los pájaros llamó:
“Vengan pajaritos no entrar en sembrado
que mí padre ha dicho que tenga cuidado.”

Por aquellas cercanías ningún pájaro quedó
porque todos acudieron cuando Antonio los llamó.
Lleno de alegría San Antonio estaba
y los pajaritos alegres cantaban.

Al ver venir a su padre a todos les mandó callar
llegó su padre a la puerta y comenzó a preguntar:
“Dime hijo amado, ¿ qué tal Antoñito?
¿has cuidado bien de los pajaritos?”

Antonio le contestó: “Padre, no tenga cuidado
que para que no hagan mal todos los tengo encerrados”.
Su padre al ver milagro tan grande
al señor obispo trató de avisarle.

Y acudió el señor obispo con todo acompañamiento
quedando todos confusos al ver tan grande portento.
Abrieron ventanas puertas a la par
a ver si las aves se quieren marchar.

Antonio les dijo a todos: “Señores, nadie se alarme,
los pájaros no se marchan hasta que yo no les mande”.
Se puso en la puerta y les dijo así:
“Vaya pajaritos, ya podéis salir.

Salgan cigüeñas con orden, águilas, grullas y garzas,
avutardas, gavilanes, lechuzas, mochuelos, grajas.
Salgan las urracas, tórtolas, perdices,
palomas, gorriones y las codornices.

Salga el cuco y el milano, burlapastor y andaríos,
canarios y ruiseñores, tordos, bífaros, y mirlos.
Salgan verderones y las cardelinas,
las cucurujadas y las golondrinas”.

Al instante que salieron todas juntitas se ponen
a escuchar a San Antonio para ver lo que dispone.
Y Antonio les dijo: “No entrar en sembrado,
marcharos por montes, ricos verdes prados”.

Y al tiempo de alzar el vuelo cantan con dulce armonía
despidiéndose de Antonio y toda su compañía.
Antonio divino por su intercesión
todos merezcamos Eterna Mansión.


También cantaba, cuando le acompañábamos sus hijos, "Estando el Señor don Gato" o algunas de la Guerra Civil, que solían cantarla en el frente.

Estas canciones nos acompañaban, pues yo siempre aprovechaba para ir con él en el camión, cuando no tenía clase, en las subidas a la Presa El Caidero de la Niña, ya que él trabajo allí durante varios años hasta que se terminaron las obras, o en los distintos trabajos en el pueblo.

También tuvimos varias experiencias inolvidables. Cierta vez se le paró el camión, cuando regresábamos de la presa, en las curvas - precipicios que se encuentran antes de llegar a Cho Faracás. Se quedó el vehículo al borde del precipicio, por lo que tuvimos que volver a las casas de la presa para pedir ayuda a un cuidador que llamábamos "El Málaga", que aunque había nacido en esa ciudad andaluza, se había establecido en un pueblo de las cercanías de Bilbao. Tuvieron que darle con la manivela para que retrocediera, con el fin de poder continuar la marcha hacia el pueblo.

Muchas veces se quedó averiado en el camino de la presa. Recuerdo una vez, en que volvíamos a casa caminando, y tenía tanta hambre que le pregunté a mi padre : -¿Qué te gustaría comer cuando lleguemos a nuestra casa? Y el me contestó: -Una rica tortilla de papas. La boca se me hizo agua.

Otra vez se le rompió el motor en vísperas de Reyes. Mi madre, mi hermana Marisa y yo recogíamos la tienda después de tanto alboroto con las últimas ventas, y preparábamos los zapatos para que, cuando pasaran los Magos, nos dejaran los juguetes, mientras espérabamos impacientes la llegada de mi padre. Por fin apareció, cansado y con ganas de comer, a las tantas, acompañado por una caña que le servía de apoyo.

Trabajó también muchos años transportando cajas de tomates hacia el Muelle de la capital, Las Palmas de Gran Canaria. Una vez me contó que iba echando un pique con otro camionero, camino de La Aldea, y en La vuelta del jábón se encontró su compañero con otro camión que venía del pueblo, de tal forma que para esquivarse mutuamente tomaron el lado izquierdo de la carretera. Entonces los dos compañeros se bajaron y comentaron al unísono: -¡Coño, escapamos de manganilla!

Mi padre siempre iba provisto con comida para estar prevenido ante cualquier avería, especialmente plátanos, manzanas, peras, o frutas del tiempo, pan y agua. Y más de una vez invitaba a otros camioneros que se encontraban con el camión averiado y sin provisiones.

Una vez don Juan Márquez le invitó, como chófer, a hacer un viaje por España y por el extranjero. Pero tuvo que declinar la invitación, puesto que tenía que reconstruir El Arenal, después de que el Barranco Grande, en una crecida, lo dejara destruido totalmente.

Otras muchas anécdotas me contó, entre ellas varias de la guerra, donde él sirvió como chófer, pero eso lo dejaré para otro post.




viernes, 19 de febrero de 2010

La Aldea de San Nicolás: Lluvia de haikus


Esta palmera
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acariciada y feliz
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da gracias a Dios.
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...........
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Baja sonriente
.
el agua desde el risco
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sonrisa al cielo.
..
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Foto Marcial González.
18 de Febero 2010.
Temporales en La Aldea.

domingo, 7 de febrero de 2010

La Aldea de San Nicolás: Las lluvias, riqueza para nuestro pueblo

Foto del Arenal, Castañeta, La Aldea. Tal vez de los años 1.953 ó 1.954.

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Las tan deseadas lluvias han sido como la lotería para los aldeanos. En épocas de sequía, rezábamos para que lloviera. Siempre mirábamos al cielo para ver si era tiempo de sur, o si estaba cerrado, con nubes oscuras, sobre la cumbre, que era donde deseábamos que cayera la lluvia para que se llenaran las presas, o eran unas simples gotas que sólo mojaban la tierra, o eran para "más calor".
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Hubo períodos hasta de siete años sin caer una gota. Se pueden imaginar la fiesta que formábamos cuando llovía de tal forma que en poco tiempo se llenaban las presas, y empezaba a correr el Barranco de Tejeda-La Aldea, para nosotros el Barranco Grande, a llenarse los pozos hasta el brocal, a adornar las montañas todos los caideros, a llegar el Barranco de Tocodomán, popularmente llamado El Tocomanero", hasta Castañeta, donde se une con el Barranco Grande.



A veces corría tanto el Barranco Grande que producía grandes destrozos en las fincas y en las casas que se construyeron en su cauce.

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Cuando llovía mucho, mi abuela se santiguaba y exclamaba:

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-¡Ay, Santa Bárbara bendita, sólo nos acordamos de ti cuando está tronando!

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Y nosotros pedíamos:

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-¡San Isidro Labrador, quita el agua y pon el sol!

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Mi padre era partidario de cooperar en la construcción de un fuerte en la finca de José Sosa, entre todos los propietarios de las fincas que le seguían hacia abajo, puesto que por la de él, se metía el barranco e iba arrasando a todas las demás, pero, lamentablemente, muy pocos quisieron apoyar ese proyecto.
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En la foto se puede observar el destrozo producido por una crecida del barranco, que solía entrar por la finca del Sr. Sosa y continuaba por las otras hasta llegar a la de mi padre, Antoñito Quintana, para seguir a continuación por la del pariente Daniel, para luego unirse a la corriente principal del barranco, al chocar con el risco.
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Apenas se percibe la figura de un trabajador en funciones de recuperación del terreno y un trozo de fuerte que quedó en pie, puesto que la fuerza de las aguas abrió un enorme boquete por donde entró el barranco.

Foto actual del fuerte de Castañeta.

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El Arenal fue arrasado por la corriente varias veces y vuelto a recuperar para el cultivo por mi padre. La ruina era total cuando desaparecía el fuerte, un muro de piedra y cemento de grosor considerable que hacía de contención a las bravas aguas del barranco, y también el cultivo, la tierra y materiales que hubiere en esa parte de la finca de Castañeta.

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Finalmente mi padre decidió construir un fuerte que perduara en el tiempo. Le hizo unos buenos cimientos y aplicó abundante cemento y piedra con el fin de no tener que reconstruirlo nunca más. Y así sucedió con el que se percibe en esta foto.

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Una vez corrió tanto el barranco y con una crecida muy grande. Él se levantó muy temprano, aún sólo alumbraba la luna, y se sentó a observar hacia Castañeta, desde el lugar donde posteriormente se construyó el Matadero. Cuando aclaró el día vio que el barranco se había introducido en la finca y había arrasado todo. Se quedó pálido, meditando qué hacer para reconstruir todo cuando dejara de correr el barranco.

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Después de un par de horas de estar sin moverse, pudo observar cómo la altura del barranco iba descendiendo e iba apareciendo el fuerte.
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- Me llegó el alma al cuerpo, me comentó una vez recordando este episodio.

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Otra vez sucedió que por la tarde fue toda la familia a ver los tomateros del Arenal. Tan hermosos estaban, amarrados al burro, y llenos de óptimos tomates que nos mirábamos en él.
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A la mañana siguiente, mientras aún estaba mi padre en casa desayunando, llegaron los medianeros y le dieron una mala noticia:

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-Antoñito, anoche entró el barranco y se llevó todo el Arenal.

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-Habrá que reconstruirlo de nuevo, dijo con mucha paciencia y tranquilidad.
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Las inundaciones y destrozos del año 1.953, fueron terribles, como se puede ver en la imagen primera. Los hombres recuperaron el terreno para el cultivo a pico y pala.




Correntía de agua. Imagínense un barranco como éste bajando por nuestras calles.
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El Barranco de Tocodomán nace en El Hoyo, por lo tanto, no tiene mucho recorrido, pero cuando llueve por la zona alta, con mucha intensidad, acumula en poco tiempo un gran caudal y con facilidad se desborda y se lleva por delante todo lo que está a su paso.
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Recuerdo una vez que se metió en la finca de mi abuelo, que la llamábamos El Barranco, justo frente del Matadero, ocasionando grandes destrozos.
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También cuando bajó en tromba por la calle principal, General Franco, y desaguó por el callejón entre la casa de mi abuelo y la de Paquito el Cubano, frente del Cine Nuevo, siguiendo por las fincas hasta unirse al Barranco Grande. Probablemente entró por El Estanco recorriendo, como si de un paseo triunfal se tratara, la calle principal.
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Vagamente recuerdo cuándo el barranco se llevó por delante el puente de La Playa, dejando al pueblo incomunicado con la capital de la isla y con el puerto. Por fin lo reconstruyeron a conciencia perdurando hasta nuestros días.

Estas son imágenes que quedan en nuestra retina y que salen a la luz cada vez que se llenan las presas, cuando llueve por la Aldea o hay sequías.

Nosotros seguimos la costumbre de mi padre que siempre que llueve o hay atisbo de que ocurra, llamamos a alguien del pueblo para preguntar si ha llovido, o si se llenaron las presas, pues sabemos que en la lluvia está la lotería para los aldeanos.

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Fotos cedidas por Paquito el de Ciso y otros amigos aldeanos.

lunes, 28 de diciembre de 2009

La Aldea de San Nicolás: ¡¡Vamos a ver La Presa!!

Rebosamiento de la presa El Caidero de la Niña

¡Vamos a ver la Presa! Éstas eran las palabras mágicas de que algo grande iba a suceder, allá por los principios de los sesenta. El dar noticias sobre los metros que había subido, las azadas que entraban, la pena por las aguas que, procedentes de Tiffaracás y Pino Gordo, se iban al mar, eran el “parte” verbal que con una curiosidad especial atendían los que no se atrevían a subir, San Clemente arriba, hacia El Caidero de La Niña.

Sólo se subía hacia la gran obra de ingeniería de los cincuenta, en jeep o en camión. Las dificultades por la estrechez de la polvorienta carretera y los estragos de la lluvia no eran problema para aquellos que como mi padre, Tito Ramírez, y mi cuñado Pepe del Pino, con su tomavistas, utilizando el viejo Austin G.C. 10.112, verde, de chasis corto, no dejaban de ver, grabar y, sobre todo, contar a la vuelta sus cálculos que nadie se atrevía a refutar.

Presa de El Parralillo

Para mis siete años, era una gran aventura, han quedado en mi memoria sensorial las historias que me comentaba mi padre sobre el nombre del embalse. Me contaba, que le contaba su abuelo Tomás, que una pastorcilla que cuidaba del ganado, cayó en uno de los caideros que actualmente está dentro del vaso de la presa. La historia de una extraña planta que a lo largo de la carretera llamaba mi atención y que se resumía en un: Son algodones que fulanito plantó hace muchos años, o la sensación de ver las pequeñas hierbas blancas que, al desplazar una vieja botella o una abandonada lata de sardinas, crecía debajo de ellas sin su necesaria función clorofílica. Lo que no cambiaba nunca eran: las imágenes de Pepe del Pino, el probar el agua en un manantial colindante con la carretera, la descripción del reboso comparándolo con un encaje y de las naranjas que, sin olvidarse, siempre recogía en El Puente y colocaba en la caja delantera del camión. Eso, si no les daba a los dos por ir a “firmar unas letras” en algún bar de Acusa o de Artenara, ya que Ramírez tenía siempre en su boca: Vale más un gusto que cien pesos.

¡Cuánto ha cambiado la imagen! Pero qué agradable es recordar los buenos momentos y las aventuras infantiles, cargadas de inocencia, sueños e ilusiones.


Ezequiel Ramírez


Autor del libro "El fajín rojo"

lunes, 16 de noviembre de 2009

Aldea de San Nicolás: El Ayuntamiento, el campo de fútbol, La Sociedad...

La Orquesta Mejías, una de las más populares de la isla de Gran Canaria en aquellos tiempos.
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Mis primeros pasos de forma autónoma en La Aldea los di en los lugares más próximos. Frente a mi casa se encontraba el Ayuntamiento. Yo veía entrar y salir gente de forma permanente. En una dependencia que daba para la calle se encontraba el Juzgado. Me asomaba por la ventana y observaba miles de carpetas apiladas en altas estanterías.

Al fondo a la derecha del pasillo central del edificio municipal se encontraba el cuartelillo, donde encerraban a los malhechores y frente de la pequeña cárcel había un pozo con una puerta desvencijada. Cierto día logró escaparse un preso que se encontraba ebrio, le dio una patada a la puerta del pozo y, creyendo que era la puerta de la calle, se dispuso a correr presuroso, pero cayó, con tan buena suerte que quedó enganchado en la bomba. Gritó como un descosido hasta que fue sacado, lo curaron y lo metieron otra vez en el cuartelillo hasta que se le pasara la borrachera.

Cerca estaba situada la barbería de Antonio Ojeda. Era el lugar de reunión de vecinos y amigos. Allí se hablaba de todos los cuentos y otras historias que se producían en el pueblo. También era el lugar donde podíamos leer la prensa diaria.

Un poco más arriba se encontraba el campo de fútbol. Era mi lugar preferido para pasar el día jugando con mi balón. Siempre había niños con los que jugar un partido de fútbol.

Frente del campo estaba la tienda de Blasinita y su esposo Rufo, donde comprábamos chucherías y cuentos, como los de El Capitán Trueno, con Crispín y Goliat. Cada semana esperábamos ávidos para leer las increíbles aventuras de nuestro héroe.

Al lado del campo de fútbol había un edificio emblemático en el pueblo: El Centro Cultural y Recreativo San Nicolás, llamado popularmente La Sociedad.

Constaba de un salón muy grande, de unos cientos de metros cuadrados, con unas columnas en el centro de la pista de baile, un salón más pequeño para juegos de mesa, con un bar. Y en la entrada una dependencia grande de lectura de periódicos y otra que era la oficina de la Directiva.

Las primeras veces que entré fue para dar algún recado a mi padre que solía reunirse con sus amigos a jugar al dominó o al parchís. Aún recuerdo, nada más pisar la entrada, escuchar la característica voz de mi padre, sus estornudos o su estentórea tos.

Entre sus amigos recuerdo a Rodríguez y a don Pepe María. Había muy buenos jugadores, como este último. Una vez le contó a mi padre que estaba muy disgustado porque un amigo le había pedido que le devolviera “un duro”, cinco pesetas, que le había prestado. Luego prosiguió diciendo que con las ganancias de ese dinero había estado manteniendo a su familia durante bastante tiempo.
¡Duros aquellos momentos posteriores a la Segunda Guerra Mundial!

Nos eran muy familiares desde pequeños el encargado, al que llamábamos “Manuel el de La Sociedad” y Manolín Almeida, que era el encargado de cobrar los recibos mensuales. Éste siempre portaba su maletín negro y muy grande. En las noches de baile se situaba en la estancia habilitada para leer los periódicos, para cobrar los recibos de los que se atrasaban, muchos porque volvían de la ciudad donde trabajaban o estudiaban. Ellos dos eran personas entrañables que van ligadas a la historia de La Sociedad.

Ya de joven, siendo socio, participaba y disfrutaba mucho del juego de billar. Admirábamos la calidad de Pedro Montesdeoca, de Antonio “El Chotis” y de Antoñito Quintana (mi padre).

También participábamos de los bailes amenizados por distintas orquestas, tanto locales como foráneas, destacando la Orquesta Mejías, pues llegaban al pueblo con las últimas canciones y los mejores ritmos del momento, lo que hacía que nos divirtiéramos mucho.

A La Sociedad llegó uno de los primeros televisores del pueblo. Allí nos concentrábamos todos los amantes del fútbol para ver los partidos de la Selección Nacional o de los equipos de Primera División. Lo habían colocado donde se situaba la orquesta, en el salón-pista de baile.

En una ocasión en que se iba a celebrar el partido en el Estadio Insular de Gran Canaria, entre La U. D. Las Palmas y el Real Madrid, que se estaban jugando el primer puesto de la clasificación y el título de máximo goleador, se rumoreaba que iba a ser televisado. Todos estábamos pendientes. Se acercaba la hora del inicio, las siete de la tarde. Algunos estaban sentados en primera fila. Otros mucho más atrás, aparentando que no tenían mucho interés. En ese momento se escuchó el griterío del estadio y aparecieron los jugadores saltando al césped. Todos corrimos a sentarnos lo más adelante posible. Pero, ¡oh decepción! Se trataba simplemente de un anuncio televisivo. Y no se televisó el partido.
Todos nos marchamos cabizbajos. Algunos se fueron raudos a pegarse al transistor, puesto que no querían perderse el partido en que la UD Las Palmas se podría proclamar campeón de Liga. Lamentablemente nuestro equipo no logró su objetivo, fallando Paco Castellano un penalty que hubiera sido decisivo para el resultado final.

¡Que recuerdos aquéllos! Todavía me emociono recordando aquellos días tan felices en nuestro pueblo, La Aldea de San Nicolás.
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Si quieren saber parte de la historia de La Sociedad, les invito a entrar a esta página, escrita por Francisco J. Suárez Moreno.

Breves apuntes sobre la historia de La Sociedad.

http://artevirgo.blogia.com/2006/033103-breves-apuntes-sobre-la-historia-de-la-sociedad.-el-centro-cultural-y-recreativo.php

domingo, 13 de septiembre de 2009

El fajín rojo (Ezequiel Ramírez). Preludio de un largo camino

Estuve el verano pasado en La Aldea de San Nicolás disfrutando de los cálidos aires aldeanos, bebiendo de su esencia para continuar escribiendo del pueblo que me vio nacer.
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El espléndido mar besó mi piel y mi alma, aromatizó mi espíritu y dio color a inefables recuerdos de mi infancia y juventud.

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Tuve la oportunidad de conversar con compañeros de colegio y amigos en los prolegómenos del acto - homenaje a uno de ellos, Francisco Suárez Moreno.

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Entrañable fue el reencuentro con Ezequiel Ramírez. En la charla salió a relucir que había escrito un libro, El fajín rojo. Posteriormente hizo gala de su generosidad regalándome un ejemplar que me leí durante mi regreso a casa, en un vuelo de trece horas de duración, pues la historia y la forma de contarla me dejó atrapado. Mi interés por la trama vencía al cansancio y al sueño por tan largo viaje.

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Fue una agradable sorpresa la lectura de este libro, pues me hizo rememorar aquellos tiempos, en mi caso la década de los 60, cuando conocí el mundo de las trabajadoras del empaquetado de tomates que procedían de distintos pueblos de la isla.

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Algunos jóvenes aldeanos quedamos prendados de la personalidad y belleza de muchas de aquellas chicas que vivían en las cuarterías y trabajaban en los almacenes.

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El libro de Ezequiel describe fielmente la vida de aquellas mujeres en La Aldea de San Nicolás y todas sus peripecias e integración total de varias de ellas en la vida aldeana. O la huella que dejaban a la hora del regreso a sus hogares, fuera de nuestro pueblo.

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Otra importante faceta del libro es usar las palabras y expresiones populares que la mayoría están en desuso. Yo creo que el escritor ha hecho un trabajo recopilatorio muy importante y es una herencia que nos ha dejado a todos los que no queremos que mueran en el olvido.

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Yo usé con mis hijos muchas de las expresiones que escuchaba a mi abuela y a mi madre, pues de todas formas deseaba que fueran una herencia que pasara de generación en generación.

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Animo a Ezequiel a que continúe escribiendo y que El fajín rojo sea el preludio de una larga y exitosa carrera literaria.

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Foto Juan Antonio