lunes, 16 de noviembre de 2009

Aldea de San Nicolás: El Ayuntamiento, el campo de fútbol, La Sociedad...

La Orquesta Mejías, una de las más populares de la isla de Gran Canaria en aquellos tiempos.
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Mis primeros pasos de forma autónoma en La Aldea los di en los lugares más próximos. Frente a mi casa se encontraba el Ayuntamiento. Yo veía entrar y salir gente de forma permanente. En una dependencia que daba para la calle se encontraba el Juzgado. Me asomaba por la ventana y observaba miles de carpetas apiladas en altas estanterías.

Al fondo a la derecha del pasillo central del edificio municipal se encontraba el cuartelillo, donde encerraban a los malhechores y frente de la pequeña cárcel había un pozo con una puerta desvencijada. Cierto día logró escaparse un preso que se encontraba ebrio, le dio una patada a la puerta del pozo y, creyendo que era la puerta de la calle, se dispuso a correr presuroso, pero cayó, con tan buena suerte que quedó enganchado en la bomba. Gritó como un descosido hasta que fue sacado, lo curaron y lo metieron otra vez en el cuartelillo hasta que se le pasara la borrachera.

Cerca estaba situada la barbería de Antonio Ojeda. Era el lugar de reunión de vecinos y amigos. Allí se hablaba de todos los cuentos y otras historias que se producían en el pueblo. También era el lugar donde podíamos leer la prensa diaria.

Un poco más arriba se encontraba el campo de fútbol. Era mi lugar preferido para pasar el día jugando con mi balón. Siempre había niños con los que jugar un partido de fútbol.

Frente del campo estaba la tienda de Blasinita y su esposo Rufo, donde comprábamos chucherías y cuentos, como los de El Capitán Trueno, con Crispín y Goliat. Cada semana esperábamos ávidos para leer las increíbles aventuras de nuestro héroe.

Al lado del campo de fútbol había un edificio emblemático en el pueblo: El Centro Cultural y Recreativo San Nicolás, llamado popularmente La Sociedad.

Constaba de un salón muy grande, de unos cientos de metros cuadrados, con unas columnas en el centro de la pista de baile, un salón más pequeño para juegos de mesa, con un bar. Y en la entrada una dependencia grande de lectura de periódicos y otra que era la oficina de la Directiva.

Las primeras veces que entré fue para dar algún recado a mi padre que solía reunirse con sus amigos a jugar al dominó o al parchís. Aún recuerdo, nada más pisar la entrada, escuchar la característica voz de mi padre, sus estornudos o su estentórea tos.

Entre sus amigos recuerdo a Rodríguez y a don Pepe María. Había muy buenos jugadores, como este último. Una vez le contó a mi padre que estaba muy disgustado porque un amigo le había pedido que le devolviera “un duro”, cinco pesetas, que le había prestado. Luego prosiguió diciendo que con las ganancias de ese dinero había estado manteniendo a su familia durante bastante tiempo.
¡Duros aquellos momentos posteriores a la Segunda Guerra Mundial!

Nos eran muy familiares desde pequeños el encargado, al que llamábamos “Manuel el de La Sociedad” y Manolín Almeida, que era el encargado de cobrar los recibos mensuales. Éste siempre portaba su maletín negro y muy grande. En las noches de baile se situaba en la estancia habilitada para leer los periódicos, para cobrar los recibos de los que se atrasaban, muchos porque volvían de la ciudad donde trabajaban o estudiaban. Ellos dos eran personas entrañables que van ligadas a la historia de La Sociedad.

Ya de joven, siendo socio, participaba y disfrutaba mucho del juego de billar. Admirábamos la calidad de Pedro Montesdeoca, de Antonio “El Chotis” y de Antoñito Quintana (mi padre).

También participábamos de los bailes amenizados por distintas orquestas, tanto locales como foráneas, destacando la Orquesta Mejías, pues llegaban al pueblo con las últimas canciones y los mejores ritmos del momento, lo que hacía que nos divirtiéramos mucho.

A La Sociedad llegó uno de los primeros televisores del pueblo. Allí nos concentrábamos todos los amantes del fútbol para ver los partidos de la Selección Nacional o de los equipos de Primera División. Lo habían colocado donde se situaba la orquesta, en el salón-pista de baile.

En una ocasión en que se iba a celebrar el partido en el Estadio Insular de Gran Canaria, entre La U. D. Las Palmas y el Real Madrid, que se estaban jugando el primer puesto de la clasificación y el título de máximo goleador, se rumoreaba que iba a ser televisado. Todos estábamos pendientes. Se acercaba la hora del inicio, las siete de la tarde. Algunos estaban sentados en primera fila. Otros mucho más atrás, aparentando que no tenían mucho interés. En ese momento se escuchó el griterío del estadio y aparecieron los jugadores saltando al césped. Todos corrimos a sentarnos lo más adelante posible. Pero, ¡oh decepción! Se trataba simplemente de un anuncio televisivo. Y no se televisó el partido.
Todos nos marchamos cabizbajos. Algunos se fueron raudos a pegarse al transistor, puesto que no querían perderse el partido en que la UD Las Palmas se podría proclamar campeón de Liga. Lamentablemente nuestro equipo no logró su objetivo, fallando Paco Castellano un penalty que hubiera sido decisivo para el resultado final.

¡Que recuerdos aquéllos! Todavía me emociono recordando aquellos días tan felices en nuestro pueblo, La Aldea de San Nicolás.
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Si quieren saber parte de la historia de La Sociedad, les invito a entrar a esta página, escrita por Francisco J. Suárez Moreno.

Breves apuntes sobre la historia de La Sociedad.

http://artevirgo.blogia.com/2006/033103-breves-apuntes-sobre-la-historia-de-la-sociedad.-el-centro-cultural-y-recreativo.php