martes, 22 de septiembre de 2009

La Aldea de San Nicolás: El largo camino hacia la democracia


El pueblo expectante a las palabras del Gobernador Civil y del Presidente del Cabildo. Los niños, jóvenes y mayores esperando buenas nuevas por parte de las autoridades. (En la foto me encuentro yo, ¿alguien me puede reconocer? Estoy en tercera fila, a la izquierda.)


Mi generación, los nacidos poco después de terminada la II Guerra Mundial, en la que España no participó activamente, porque estaba desgastada por la Guerra Civil, terminada en 1.939, y por el bloqueo de los países vencedores de la contienda mundial a que fue sometida España, nos criamos en la más absoluta miseria democrática y oscurantismo político.

.En los libros de Política nos explicaban que el Alzamiento Nacional fue bendecido por Dios en beneficio de la Patria, como un acto de salvación nacional.

Tuvimos en el Colegio un profesor, don Juan "El Pipa", que era carismático, un día nos mandó a comprar un cuaderno porque nos iba a dictar apuntes que pensábamos nosotros que nos iba a aportar un poco de luz sobre la situación política.
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Lamentablemente, el día que ya teníamos el cuaderno abierto para empezar la clase, y que estábamos muy ilusionados, se enfadó con alguien por portarse mal y nos castigó con no hablar sobre el tema. ¿Cogió miedo de tratar aquel espinoso asunto en aquellos momentos en que era prohibido hacerlo? Nosotros nos quedamos muy decepcionados.
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Recuerdo unos pocos años más tarde, siendo ya un muchacho, que le pregunté a un humilde trabajador que tenía cierto parentesco conmigo:

-Santiago, ¿es verdad que José Antonio Primo de Rivera fue fusilado por los rojos por culpa de Franco?

Éste se quedó lívido y musitando dijo:

-¡Yo no he escuchado nada! Y se marchó raudo para evitar complicaciones con la Guardia Civil..

Cuando llegaban las autoridades provinciales de visita, o algún Ministro de Franco, nos alentaban a salir a la calle a darles la bienvenida y demostrarles nuestro agradecimiento por su labor.
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Un acto increible y valeroso, que quedó en mi mente, fue cuando el señor Juan Suárez, primo de mi padre, en plena Dictadura, salió a la calle con motivo de un referéndum, protestando a gritos por la chapuza que se estaba realizando y dando vivas al comunismo. En toda mi vida nunca vi personalmente a un hombre tan arriesgado y valiente defendiendo la democracia y sus ideales, teniendo en cuenta el férreo control a que estaba sometido el pueblo.
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Intervino la Guardia Civil, pero no sucedió nada. Probablemente le "sugirieron" que se metiera en su casa.
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Más tarde, con motivo de la Promulgación de la Ley Orgánica del Estado nos pegamos a los transistores para poder captar algún atisbo de democracia.
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Yo creo que no éramos muy conscientes de ésta, pues una vez me preguntó una señora alemana si creía que había democracia en España y yo le contesté que creía que sí.
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De pequeños estuvimos afiliados a la OJE (Organización Juvenil Española). Éramos aleccionados con las normas y canciones del Régimen. No obstante eso, fuimos muy felices, puesto que salíamos del pueblo todos los domingos en el camión de la Organización, conducido por mi tío Fidel, para participar en campeonatos de diversas modalidades deportitivas. Era todo una fiesta, durante todo el trayecto nos lo pasábamos cantando y divirtiéndonos. Para todos nosotros era un auténtico premio salir del pueblo, ya que muchos no teníamos posibilidad de hacerlo de otra manera.

Posteriormente me di cuenta que no hubo democracia hasta unos años después de haber fallecido el Dictador.
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Ahora me percato de lo que es la democracia, el valor que tiene la libertad, la división de poderes y el control efectivo al ejecutivo por parte de la oposición. De ahí que esté en contra de cualquier tipo de dictadura, no importando qué ideología, ni motivaciones tuvieren.

.A pesar de no haber democracia, fuimos felices en nuestra Aldea. Sólo me pesa en el corazón no haber podido hacer nada en contra de la remodelación de la antigua Iglesia de La Aldea y de la Plaza, y de la utilización de parte de la piedra de Risco Redondo para transformarla en gravilla para asfaltar las calles del pueblo, dejándonos heridos para siempre, al Risco y a nuestra alma. En aquellos tiempos nadie osaba levantar la voz ante las decisiones oficialistas, so pena de terminar entre rejas.
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domingo, 13 de septiembre de 2009

El fajín rojo (Ezequiel Ramírez). Preludio de un largo camino

Estuve el verano pasado en La Aldea de San Nicolás disfrutando de los cálidos aires aldeanos, bebiendo de su esencia para continuar escribiendo del pueblo que me vio nacer.
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El espléndido mar besó mi piel y mi alma, aromatizó mi espíritu y dio color a inefables recuerdos de mi infancia y juventud.

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Tuve la oportunidad de conversar con compañeros de colegio y amigos en los prolegómenos del acto - homenaje a uno de ellos, Francisco Suárez Moreno.

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Entrañable fue el reencuentro con Ezequiel Ramírez. En la charla salió a relucir que había escrito un libro, El fajín rojo. Posteriormente hizo gala de su generosidad regalándome un ejemplar que me leí durante mi regreso a casa, en un vuelo de trece horas de duración, pues la historia y la forma de contarla me dejó atrapado. Mi interés por la trama vencía al cansancio y al sueño por tan largo viaje.

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Fue una agradable sorpresa la lectura de este libro, pues me hizo rememorar aquellos tiempos, en mi caso la década de los 60, cuando conocí el mundo de las trabajadoras del empaquetado de tomates que procedían de distintos pueblos de la isla.

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Algunos jóvenes aldeanos quedamos prendados de la personalidad y belleza de muchas de aquellas chicas que vivían en las cuarterías y trabajaban en los almacenes.

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El libro de Ezequiel describe fielmente la vida de aquellas mujeres en La Aldea de San Nicolás y todas sus peripecias e integración total de varias de ellas en la vida aldeana. O la huella que dejaban a la hora del regreso a sus hogares, fuera de nuestro pueblo.

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Otra importante faceta del libro es usar las palabras y expresiones populares que la mayoría están en desuso. Yo creo que el escritor ha hecho un trabajo recopilatorio muy importante y es una herencia que nos ha dejado a todos los que no queremos que mueran en el olvido.

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Yo usé con mis hijos muchas de las expresiones que escuchaba a mi abuela y a mi madre, pues de todas formas deseaba que fueran una herencia que pasara de generación en generación.

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Animo a Ezequiel a que continúe escribiendo y que El fajín rojo sea el preludio de una larga y exitosa carrera literaria.

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Foto Juan Antonio