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miércoles, 15 de junio de 2011

La Aldea de San Nicolás: Ese mar, mi mar

La Aldea de San Nicolás, Gran Canaria, España, es un pueblo de ancestral lejanía de la capital y del resto de la isla. Antiguamente era más difícil ir de compras a Las Palmas de Gran Canaria que llegar en barca a la vecina isla de Tenerife, pues era más fácil navegar que atravesar las montañas a pie, y también porque el Teide, como su inmenso faro, atraía a los aldeanos. Actualmente es más fácil acceder a cualquier lugar de Gran Canaria, pero nos separan las montañas y nuestro anhelo por conservar el acervo que hemos heredado de nuestros ancestros.


Ante esa lejanía  nos hemos arraigado tanto que nuestro espíritu vuela desde cualquier sitio del mundo en que nos encontremos para aspirar su esencia que nos permita vivir con alegría y paz en nuestra alma.


Entre tanto icono de nuestro pueblo, surge el mar aldeano como la luz, la llama incandescente, el faro que nos guía y nos da fuerza para persistir en el camino, para continuar la diaria senda y para seguir con la llama encendida y con la ilusión de besar nuevamente nuestro pueblo,  y bañarnos en sus aguas, en nuestro mar aldeano.


Yo he escrito mucho con gran devoción y amor a ese mar que nos cautiva y nos embelesa.


De ahí que la poeta chilena Marysol Salval (http://marysolsalval.blogspot.com/) me haya escrito con gran cariño este delicioso poema:




Ese mar, tu mar
Danza en el recuerdo
Y en sus aguas titila el brillo
De nostálgicos ayeres
Ora tristes, ora alegres
Vaivén sereno
De la historia de tu vida.

Ese mar, tu mar
Sabedor de todos tus secretos
Se mece en tu memoria
Enigmático y cómplice
Y te trae con la brisa
La humedad salobre de su encaje
El oro fino de sus playas
Y la algarabía de las gaviotas.

Nadar en sus azules aguas
Te vivifica y fortalece
Es refugio y consuelo
Es abrazo, es amigo
Es sueño y esperanza
Horizonte sin límites
Que te hace renacer
Una y otra vez.

Ese mar, tu mar…

© - Marysol Salval


Y yo, agradecido, le contesto:

Marysol:

El mar nos embriaga como el amor
nos llama, nos atrae y nos persigue
nos alienta y nos acoge en sus brazos
nos acuna y nos embelesa en sublime éxtasis.

Sin mi mar yo no podría existir
sin amor también estaría huérfano
en ti encontré el inefable y divino amor
y en mi mar la llama que me permite vivir.

lunes, 4 de abril de 2011

Nubes de mi Aldea de San Nicolás


Largas y esponjosas figuras multiformes
pintadas de vivos colores translúcidos
se recortan en el límpido manto azul
de mi dulce y amado cielo aldeano.

Cúmulos que viajan en juegos sin fin
cantando alegres melodías de antaño
aquellas que entonaban los aborígenes
al caer la tarde sobre su hermoso valle.

Volutas de algodón saludando el horizonte
que inspiraron a los poetas mallorquines
después de erigir la ermita en Los Caserones
mientras gozaban del mar de mi Aldea linda.

Cometas en el incomparable vergel azul celeste
que insuflaron con fuerza las ansias de libertad
de la Meliana, el Indiano, el cura Vicente
y de otros valientes aldeanos en el Pleito de La Aldea.

Vuelan siempre espléndidas y majestuosas
saludando al valiente pueblo que me vio nacer
que ha sido cuna prolífica de poetas, músicos
historiadores, deportistas y otra gente de bien hacer.

Lleven un infinito abrazo a mi añorado pueblo
que abrigue cada uno de sus rincones
que yo desde muy lejos cobijo en mi alma
añorando sus montañas, su cielo y su mar azul.

T
Texto Juan Antonio Quintana
Foto: Luis Díaz

domingo, 24 de octubre de 2010

La Aldea de San Nicolás: Canto al pueblo que me vio nacer

Nací en La Aldea de San Nicolás, en 1948. Amo a mi pueblo con todo mi alma y tengo una gran herencia que me dejó mi Aldea, y que anida en mi corazón, que es la esencia de las montañas, la dulce y sonora musicalidad de las olas, el brillo refulgente del mar y el olor a tierra húmeda en invierno, cuando la lluvia nos mojaba la cara y nos refrescaba el alma. ¡Cuánto me gustaba jugar por los caminitos mojados, casi cubiertos de hierba, con la carretilla que mi padre me construyó! ¡Y cuánto me gustaba cruzar el barranco por las saltaderas y cruzar la finca entre los tomateros amarrados al burro!  ¡Y jugar en los charcos de las calles, aún de tierra, al trompo que había que sacarlo a "trompazos"!
Es tanto el amor que siento por mi pueblo que sueño de noche y de día en volver en algún momento para abrazar a la higuera del camino, saludar a los pájaros de la finca, comer los ricos mangos del manguero del barranco, bañarme y calmar mis ansias en la playa, donde tantos recuerdos me acompañan cada día. Este poema es un canto a mi Aldea, es una caricia y un abrazo a su magia siempre presente y un adelanto de mi amor expresado en verso que se complementará cuando por fin pise la tierra sagrada de mis antepasados.


Mi Aldea escondida entre riscos y montañas
bañada por el Atlántico que mecen  nuestras manos
es un valle que resplandece en Gran Canaria
y que nos llena de orgullo a todos los aldeanos.

Vigilante se encuentra en lo alto el Nublo amado
su luz alumbra a La Aldea y a toda Gran Canaria
junto al Bentayga forman los roques sagrados
que el pueblo guanche hondamente también amaba.

Aldea de mi alma, mi dulce y fiel compañera
me acompañas en cada instante de mi vida
has tornado mi erial huerta  en fértil era
recuerdos de sueños y añoranzas mías.


El incierto sino me llevó a zona muy lejana
donde el bosque, el volcán y el grandioso lago
me acarician y me hacen recordar mi tierra aldeana
y quedaron en mi alma sus montañas, su playa y su canto.

Pido a Dios que algún día su tierra vuelva a besar
y que me entierren muy cerca de la montaña
debajo de aquel ciruelo donde mi padre está
y nos llegue la brisa del mar que a mi pueblo baña.


Juan Antonio Quintana
Villarrica, 24 de octubre de 2010