domingo, 18 de enero de 2009

Néstor J. León y Oscar Valencia unen al pueblo con su música

Es una gran honor que me han hecho al enviarme las dos canciones de La Aldea, que saldrán en sus próximos Cds, y que me han hecho emocionar. Ya las había recibido anteriormente, pero estaba madurando la contestación, quería hacerlo con tranquilidad, sin dejarme llevar por las emociones del momento.

Yo les agradezco infinitamente todo lo que hacen por nuestro pueblo, la música alegra el corazón y une a los aldeanos con el terruño que nos vio nacer, y nos sentimos orgullosos de todos los hijos del pueblo, que aun fuera de su cobijo, luchan por él, sintiendo sus raíces en el fondo de su alma.

Ustedes dos son amantes de la música y amantes de La Aldea, esa conjunción hace que produzcan canciones entrañables que llegan al pueblo. Tengo que contarles que me alegro que sean ustedes los que potencian la unión entre aldeanos por la musica y por el arte en general. Hay otros, afortunadamente, que lo hacen en distintas facetas artísticas.

El contacto con ustedes se remonta a los viejos tiempos en que asistíamos al colegio Sagrado Corazón de Jesús.

Miguelito León, el padre de Néstor, tenía una horchatería, que yo visitaba con asiduidad. Hasta después del advenimiento de los helados de marca, seguía siendo fiel consumidor de sus helados artesanales. Una vez me lo comentó:

-Juan Antonio, eres uno de los pocos que no han sucumbido a la nueva moda de los helados.

Él fue autor de la música de la canción Playa de La Aldea, escrita por don Tomás Fernández.

Luego Néstor, su hijo, siguió sus pasos en la música, teniendo que buscar nuevos horizontes en el Líbano, la Suiza de Oriente Próximo, en aquellos tiempos. Cuando regresó, y por insistencia de su padre, terminó la carrera de Magisterio, para continuar dedicándose a la música como docente y como pianista y compositor.

Fuimos vecinos en La ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, donde conocí a su esposa e hijos. Ahora me entero que su hijo Rayko es profesor de música y compositor, y su hija Ithaysa también es docente en el Conservatorio de la capital.

Me quedo contento, pues los conocí de pequeños y veía la dedicación de sus padres en su educación y asistencia al Conservatorio.

Por lo tanto, son tres generaciones de amantes de la música y compositores: Miguelito, Néstor, Rayco e Ithaysa.

A Oscar Valencia lo conozco desde que estudiamos en el colegio. Era un chico inteligente y muy aplicado. Luego empezó su carrera musical con el conjunto aldeano Los Grajos, grupo muy popular por la calidad de sus canciones y por ser el primer conjunto que se fundó en La Aldea.

También compuso entre otras canciones Soy Aldeano que es una de las más populares y que nunca falta en ninguna fiesta del pueblo.

Cuando tuvimos que emigrar a la ciudad seguimos teniendo esporádicos contactos en partidos de fútbol sala o de billar, donde lo pasábamos muy bien.

De esta forma Néstor y Óscar siempre han sido mis amigos y colegas, unidos por el entrañable amor que profesamos a nuestra querida Aldea.

viernes, 9 de enero de 2009

¡Qué bien lo pasaba!


El ping pong siempre ha sido uno de mis deportes favoritos.

Mi infancia fue realmente divertida. Desde pequeño mi interés máximo fue jugar al fútbol. Ya en mis primeros años mi padre me regaló un balón de reglamento que era más grande que yo.

Recuerdo que a los seis años de edad asistí por primera vez a la escuela de don Juan Márquez. En casa siempre repasaba las lecturas con mi padre o con mi primo Antonio, que vivía con nosotros. Era feliz, me gustaba ir a la escuela, así como jugar en los recreos, que tenían lugar en la Plaza.

Una vez los alumnos mayores recaudaron dinero para la Santa Infancia. Mi madre me dio media peseta como aportación, pero con tan mala fortuna que en el trayecto a la escuela se me perdió la moneda. Yo no me atreví a decírselo a mi madre. Juanito el de Félix, como representante de los alumnos, me preguntaba cada día:

-Juan Antonio, ¿trajiste tu aportación?

Y yo, muerto de miedo, pues era pequeñito y Juanito ya era un chico mayor, le contestaba que no.

-A ver si mañana la traes, aunque sean 5 céntimos.

Y él insistía cada día y yo le daba la misma respuesta.

Hasta que alguien le comentó a mi madre la situación y me volvió a dar una moneda para aquella buena causa.

Y yo me quité un gran peso de encima que me tenía abrumado.

El primer lugar de juegos fue el enorme solar que se encontraba muy cerca de mi casa, pero pronto edificaron allí el Moderno Cinema.

Más tarde jugaba al fútbol en la finca de los Calixto, donde el equipo local celebraba sus partidos de fútbol.

A los diez años pasé a estudiar para el Ingreso al Bachillerato en el Colegio Sagrado Corazón de Jesús, que se encontraba ubicado en unas dependencias del Ayuntamiento, pero pronto nos trasladamos al nuevo colegio construido con muchos sacrificios por los profesores: Srta Carmen Afonso, don Paco el médico y don Federico. Los consideramos unos héroes y a quienes les estamos muy agradecidos, pues gracias a ellos muchos pudimos estudiar.

En el antiguo salón del colegio, en el Ayuntamiento, se estableció la sede de la O.J.E (Organización Juvenil Española). Enseguida compraron una mesa de ping pong, tenis de mesa. Este juego me cautivó desde el principio, tanto que en poco tiempo conseguimos jugar bastante bien. En vacaciones de verano Gustavo y yo entrábamos por un postigo y practicábamos este deporte desde por la mañana. Muchas veces mi madre me tenía que ir a buscar allí para almorzar, cenar o para ir a la cama. Abelito y otros mandos de la Organización nos sancionaron con unos días sin entrar por habernos colado sin permiso. Y porque éramos reincidentes.

Gustavo era al que más me costaba ganarle. Antoñito Ramírez, que era mayor que nosotros, y que había aprendido en la ciudad, jugaba muy bien, estábamos casi a la par. Un día él quiso apostar el dinero que tenía para el cine y me dijo:

-Juan Antonio, ¿quieres apostar tres pesetas, que tengo para el cine, a tres partidos, los dos mejores?

- Bueno, le contesté. Yo sabía que no disponía de ese dinero, pero confiaba en ganar.

Después de una dura confrontación salí vencedor.

Él me dijo:

-Eres el ganador, te doy las tres pesetas.

-No, le contesté. Vete al cine con ese dinero.

Por lo que se fue contento, a pesar de haber perdido.