domingo, 8 de abril de 2012

¡De excursión en el camión de Antoñito!

En la foto Antoñito Quintana con su esposa, Purita, sus hijos y sobrinos, y sus medianeros Pepe, Amelia, Nicolás Hernández y Alberta, con algunos de sus familiares.


Por los años 50 no había muchos lujos, pero nunca faltaban las ganas de divertirse y pasarlo bien. Las excursiones en el camión de Antoñito Quintana eran una de las formas de salir de la monotonía y de disfrutar de la naturaleza, ya fuera en la playa, en el campo, en el pinar  de Tamadaba o en las fiestas de otros pueblos.  


¡Nos vamos de excursión al Pinar de Tamadaba! Con esa frase, que corría de boca en boca entre familiares, amigos y vecinos, comenzaba el jolgorio, principalmente entre la chiquillería, para organizar la salida en el camión de Antoñito. En el día y hora señalados estábamos todos más contentos que unas pascuas, las mujeres con sus cestas con los almuerzos y meriendas: las tortillas de papas, las latas de sardinas y de atún, el queso, la talega del pan, el balde de tunos, unas manos de plátanos, las botellas de agua y una tableta de chocolate para endulzar la boca.


Durante el camino cantábamos para  ir contentos y entretenidos, de esa forma lo pasábamos bien y  transcurría rápidamente el tiempo del viaje.


Otras veces la excursión era corta, a la playa de La Aldea, por el Roque. Allí al fresquito almorzábamos, mientras charlábamos animadamente. Después de los postres, los chiquillos nos íbamos al agua, a pesar de que nuestras madres protestaban y nos advertían  que se nos iba a cortar la digestión, y los mayores a echarse una siesta a la sombra de los riscos.


Una vez, al pasar por la destilería del Ron del Charco,  percibimos un intenso mal olor, puesto que se encontraba el camino lleno de deshechos de la caña dulce. Debido a esa circunstancia, los chiquillos empezamos a cantar:


-Fo, fo y siempre fo;  fo, fo y siempre fo. Y proseguíamos: -Fo, fo y siempre fo; fo, fo y siempre fo.


De esa manera llegamos hasta el pueblo cantando la canción, y en cualquier momento de nuestra niñez cuando percibíamos un fuerte mal olor la empezábamos a cantar entre risas.