Margarito, sentado, y mi abuelo Juan Hernández Medina (1880 - 1959), de pie.
Los guardias forestales de Inagua, Pajonales, Ojeda y Tamadaba tenían pocos medios para el cuidado y conservación de dichos pinares. Las autoridades no se preocupaban de los bosques de las islas y gracias a que algunos periódicos dieron la voz de alarma e hicieron campaña para su conservación, a principios del S. XIX, las instituciones empezaron a tomar medidas.
Al final de esa centuria y primer tercio del XX algunos aldeanos necesitados subían a buscar leña para hacer carbón y obtener unas monedas para subsistir, pues era una época de hambre y miseria. Margarito era el guardia forestal de Pajonales y Juan Hernández Medina lo era de Inagua. Algunas veces estos de forma irresponsable permitían a sus vecinos y amigos recoger la leña porque sabían del precario estado de sus economías. Una vez fueron unos pobres aldeanos a recoger leña y por medio del humo fueron localizados por la Guardia Civil. Aquéllos, al verlos llegar desde lejos, se escondieron en una cueva secreta debajo de un peñasco. Los agentes se subieron a él y desde allí otearon el horizonte sin ver a nadie, al final comentaron:
-Vámonos que los maleantes ya se marcharon.
Los aldeanos escucharon la conversación callados y contentos de no ser descubiertos y al final pudieron regresar al pueblo sin más problemas.
Pinar de Inagua. Foto Juan - Josune
Cierto día se murió un pariente de uno de los guardias y decidieron transportarlo a San Bartolomé de Tirajana. Lo estuvieron cargando hasta Ayacata, pero allí empezó a llover a cántaros. Esperaron un buen tiempo a ver si escampaba, pero como no amainaba la lluvia decidieron continuar la marcha hasta el pueblo.
-Dejaremos al muerto en esta cueva y ya volveremos a recogerlo cuando mejore el tiempo- dijeron.
Llegaron a San Bartolomé, comieron y descansaron y al fin salió el sol radiante, por lo que volvieron a recogerlo. Mientras tanto, uno que había ido a recoger leña, al ver que llegaban los guardias se escondió en la cueva oscura, sin ver al muerto. Al poco llegaron a la puerta los guardias y desde el fondo del habitáculo escucharon a grito pelado:
-Coño, ¡para buscar a uno hacen falta tantos guardias!
Al escuchar esto, los agentes salieron corriendo despavoridos.
-¡El muerto habló! ¡El muerto habló!
Al rato, cuando se les quitó el susto, volvieron y allí estaba el muerto, bien muerto.
Más tarde se enteraron lo que había sucedido y les vino el alma al cuerpo.
domingo, 21 de noviembre de 2010
La Aldea de San Nicolás: Historias de viejos guardias forestales
Etiquetas:
Canary Islands,
Cuentos y otras Anécdotas,
España,
Gran Canaria,
Guardias Forestales,
Historias,
Inagua,
Kanarische Inseln,
Ojeda,
Pajonales,
Parque Nacional Tamadaba,
Spain,
Spanien
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
10 comentarios:
jajajajaajaj el muerto habló!!!! Bien que podría ser porque antes no se guardaban 24 o 48 horas antes de hacer el funeral. Eso pasó muchas veces.
En Madeira me gusto mucho hacer caminatas y cuando pasé por las casas de los guardias florestales, las mire y pense que me gustaria vivir allí o por lo menos pasar unas vacaciones.
Hay algunas que ya se puede pero tiene que reservarse con mucho tiempo, siempre estan ocupadas.
Un beso
Flor
realmente muy interesante leer estas historias.
Un abrazo
QUE MARAVILLA QUE ILUSIÓN ME HA HECHO VER LA FOTO DE TU ABUELO...rs un placer recibirte en mi espacio y gracias por las bellisimas palabras que en el comentario me dejas
UN CORDIAL ABRAZO
MARINA
Muy graciosa anécdota Juan Antonio, imagino la cara de susto que se habrán llevado pensando que el muerto hablaba.
Besitos,
Que historia!! Es real? Un dia vi un programa de gente que salia corriendo de las cosas mas "inimaginables" como extraterrestres, pie grande, monstruo del lago ...etc (eran creadas claro)en el momento uno no se imagina "es esto posible?" je je...y no se que haria si un muerto me gritara brrr creo que me daria tambien miedo.
Fotos hermosas, recuerdo del abuelo.
besos,
Patricia, efectivamente, son historias contadas por mi abuelo y que van pasando de generación en generación.
Un abrazo.
Hola Juan!
La fotografía y la historia evocan tiempos que parecen tan lejanos, y sin embargo están a la vuelta de la esquina. ¡Si es tu abuelo el guardabosques! En esa época, los pueblos eran enclaves misteriosos con sus mitos y sus cuentos.Hoy, cuando ya no importa si tu estás en España y yo en Chile,este hermosos relato parece del país de "Nunca Jamás".
Muchas gracias Juan por tu comentario en el blog de poemas de los presos. Te lo agradezco doblemente, primero, por lo mucho que ellos se alegran, y segundo, porque si él me habría perdido esta
historia!
cariños, Andrea
Huy, qué entrañable historia con final cómico, un poco de comedia negra. Me gustan estas narraciones sobre tiempos pasados y lugares bucólicos.
Un beso, Juan Antonio y disfruta mucho de este fin de semana, querido amigo.
¡Hola Juán!
Empecé a leer con mucho interés este post, cuando recordé la primera vez que, pequeñita, fuí a la Aldea. Tuve muchas pesadillas durante tiempo...soñaba que nos "riscábamos"...En fin, todo muy bién hasta que comenzó el traslado del cuerpo a Tirajana...he acabado con una buena sonrisa..algo sonora.
Muchas gracias por tu visita y por este magnífico post
Saludos y buen puente.
Bonita historia y hermosas fotos.
Gracias por tu visita que te agradezco.
Un beso de bienvenida
Publicar un comentario