jueves, 23 de abril de 2009

La Aldea de San Nicolás: "Pasión por el fútbol"

Yo nací para jugar al fútbol, para divertirme con los amigos y para competir. Era un apasionado de ese deporte.
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Recuerdo que desde muy pequeño los Reyes Magos me trajeron un balón de reglamento con el que jugábamos en la Finca de los Calixto.
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Cuando llegaba de la escuela a mi casa, dejaba la maleta y recogía el esférico para ir a jugar. Allí me encontraba con los amigos para hacer pachangas, o jugar al bobo, que era el que se quedaba en el centro para tratar de quitarnos la pelota.
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También jugábamos partidos con todos los asiduos que sabían dónde pasar un buen rato. Al final terminábamos sudando y pasábamos por la barbería de Antonio para tomar agua fresca del porrón.
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Todos los días seguía el programa Radio Gaceta de los Deportes, a las 20,30, en Radio Nacional de España, desde que el Real Madrid ganó la primera Copa de Europa, con la legendaria delantera: Kopa, Mateos, Di Stéfano, Rial y Gento. Era una vetusta radio que se escuchaba muy mal, con muchas interferencias.
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Asístía en el citado campo de fútbol de la Finca de los Calixto a los entrenamientos del equipo del pueblo, dirigidos por Chirivella, muy buenos jugadores como Sario, Antonio, el portero, y otros que han quedado en el recuerdo de los buenos aficionados.
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Mi padre conducía uno de los coches que llevaban a los jugadores a enfrentarse a grandes equipos del norte de la isla como el Unión Moral y el Guía. Yo les acompañaba, siendo muy pequeño, y disfrutaba viendo jugar a mis ídolos. En el coche cantaban toda clase de canciones de la época. Recuerdo la canción que más repetían, era Arrivaderci Roma.
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Legendaria era la pugna deportiva entre los equipos de los Estudiantes y el de los Aparceros. Dirigidos por Nicolás del Pino los primeros, y por Pacuco, los segundos.
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Había una gran calidad entre los jugadores, por los estudianttes destacaban, además de Nicolás del Pino, Román, Abelito y Manolo Díaz; y entre los Aparceros, Pacuco, El Moganero y Pepín, un excelente portero.
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La gran mayoría de las veces ganaban los Aparceros. Una vez los Estudiantes invitaron a jugar a Miguelillo y ese domingo marcó tres increíbles goles. Miguel fue uno de los mejores jugadores que pasaron por la UD San Nicolás en mis tiempos.
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El primer partido que jugamos con un equipo de fuera fue contra la UD Moya. Ganamos por 1 - 0. Era en categoría infantil. Fue un momento inolvidable, pues nunca antes habíamos jugado con equipos foráneos.
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Más tarde se constituyó la UD San Nicolás y se construyó un nuevo estadio, Los Cascajos. Se encuentra justo al lado del barranco. Una vez nos encontrábamos jugando un partido de competición y Maso Matías había marcado tres goles, pero tuvo la mala suerte de tirar el balón al barranco. Y no se le ocurrió mejor idea que lanzarse a recogerlo antes de que se lo llevara al mar. A partir de ese momento ya no pudo hacer nada, pues las botas y medias se le habían mojado y le pesaban un quintal.
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Hubo unas temporadas en el que viajábamos a jugar a distintos puntos de la isla en dos Land Rovers, que procedían de Tasarte, cuyo propietario, y conductor de uno de ellos, era Clemente. Durante todo el trayecto nos lo pasábamos cantando bajo la dirección de Juan Suárez Quintana, un buen jugador, excelente cantante y estupendo dinamizador.
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La gente de Agaete, pueblo por donde teníamos que pasar, y con quienes hemos tenido siempre una gran rivalidad deportiva, decía: Ahí van "volando" los aldeanos , pues algunas veces pasábamos cantando la canción "Vuelo 502", de los Tres Sudamericanos, que decía: Volando, volando, a Mallorca voy con mi canción...
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Cuando me trasladé a la ciudad continué jugando en equipos de amigos o en competiciones de empresas. También participé en el equipo de fútbol sala Isabel la Católica. Jugamos en Primera Categoría, cuya liga la ganó el UD Sumarsa, con los ex jugadores de la UD Las Palmas de Primera División, Melián y Trona, y el máximo artillero luego en División de Honor " de fútbol sala, El Palillo".
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Posteriormente también disfruté jugando al tenis en el Club Deportivo Tamarasit y en Los Tarahales, de Las Palmas de Gran Canaria.


He tenido una vida feliz, aunque todo no fue miel sobre hojuelas, pero de los malos momentos siempre se aprende para no volver a cometer el mismo error.

¡Qué bueno es recordar todo lo que nos hizo feliz en nuestra niñez!


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viernes, 10 de abril de 2009

Aldea de San Nicolás. La calle de mis juegos

Los Beatles inmortalizaron la calle "Penny Lane", en Liverpool, dedicándole una canción que siempre me encantó. Era una forma deliciosa de describirla, con sus personajes y otros hechos significativos.
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Hoy quiero recordar la calle en la que pasé los años de mi niñez y de mi adolescencia.
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Era la calle General Franco. En el número 43 nacimos todos los hijos de Antoñito Quintana y de Purita Hernández, mis padres.
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Los primeros juegos tuvieron lugar en la finca en la que posteriormente fue construido el Cine Nuevo, el Moderno Cinema. Recuerdo muy bien la última vez en que hicimos la hoguera de San Juan, antes de su construcción. Fue una noche mágica, pues había una oscuridad inmensa, pero las llamas iluminaban todo el lugar y nosotros, como fantasmas, corríamos y saltábamos a su alrededor. Al año siguiente empezó su construcción y poco a poco se elevó casi hasta el cielo, según la apreciación de mi estatura. Me asombraba ver a los albañiles colgados en aquellos andamios que parecían que estaban en el aire.
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Frente a mi casa se encontraba el Ayuntamiento. Veía cómo entraba y salía gente a resolver sus asuntos. Algunas veces llamaban a mi padre para que sirviera de testigo en algún asunto. O para pedirle algo, como sucedió con Emiliano Camejo, que le pidió unos duros para salir del paso en el Juzgado, y nunca más los recuperó.
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Mi madre algunas veces le comentaba:
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-Eres demasiado bueno, Antoñito. Hasta el día en que nos casamos, tenías unos duros y se los prestaste a Emiliano, y fuiste más pelado al matrimonio que una naranja.
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Junto al Ayuntamiento vivían las hermanas Carmita y Evelia Afonso. La primera fue cofundadora del Colegio Sagrado Corazón de Jesús y profesora nuestra en el primer curso, en un aula arrendada a Paquita, en la Plaza.
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Mis padres se llevaban tan bien con Evelia, que yo pregunté:.
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-Papá, ¿ por qué no te casas con ella?
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-Porque no me pueden dar dos casares.-Me contestaba riéndose.
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Al lado de la casa de las hermanas Afonso, se encontraba la de Pepito León. Allí asistiamos a unas clases de repaso de Matemáticas, con unos alumnos mayores, pues el Colegio tenía arrendadas unas aulas.
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Pepito era un mago para los números, pero yo no sabía que era también un predistigitador. Una vez, mientras impartía clases de contabilidad, tiró un fósforo, y quedó en posición vertical, según me comentó uno de sus alumnos. ¡Increíble!
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Al lado del cine vivían las hermanas Blanquita y Asunción Segura, y junto a su casa se encontraba La Herrería de José Álamo. Era muy popular, pues állí arreglaban desde coches, motos, bicicletas, motores, hasta pequeños artilugios metálicos o construían piezas que ya no se encontraban en el mercado.
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Al lado de mi casa había un camino al que llamábamos El Callejón, que conducía a los Cascajos, junto al cauce del barranco, y a las fincas que se encontraban en la parte posterior de mi hogar. Por un postigo de la cocina, divisando las fincas de tomateros y un cañaveral que las separaba, mi abuela Eloisita nos avisaba, silbando, para que nos personáramos a almorzar.
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En la bajada de ese callejón había un cuarto, bastante espacioso, que heredé de mi primo Abel. Allí yo vivía prácticamente todo el tiempo, menos a la hora de ir a comer, que lo hacía en la casa. Nos comunicábamos por medio de un agujero que unía los dos niveles.
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Cuando inauguraron el Cine Nuevo, construyeron un cuarto, junto al mío, que daba cabida a un poderoso motor. Éste me hacía la vida imposible desde las diez a las doce de la noche, los días entre semana, y los fines de semana, desde las cinco de la tarde en adelante. Me supongo que la potencia del alumbrado público no era suficiente, por lo que tenían que ayudarse de ese potente motor. Producía un ruido estruendoso que hacía retumbar las paredes.
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Lamentablemente eran tiempos de la Dictadura en que nadie osaba presentar una denuncia ante tales atropellos. Los poderes político y económico no podían tener réplica.

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Frente a La Herrería se encontraba La Barbería de Antonio (A. Suárez Ojeda). Ésta era un lugar entrañable a la que asistí desde mis primeros años.
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Cada día pasaba a leer los periódicos, especialmente la sección de deportes. Los lunes había que ir temprano, pues la Hoja del Lunes estaba muy solicitada, pues todos seguíamos a la Unión Deportiva Las Palmas, primero en Segunda División y luego, en tiempos de Tonono, Guedes, Germán y Castellano, en Primera. También estábamos pendientes de los triunfos del Real Madrid en la Copa de Europa, con aquella delantera de ensueño Kopa, Rial, Di Stéfano, Puskas y Gento.
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Cuando jugábamos en el campo de fútbol de la finca de los Calixto, de regreso pasábamos sudorosos y exhaustos por la barbería a tomar agua fresca del porrón que siempre estaba dispuesto para tal efecto, con el fin de hacer un descanso y recuperarnos.
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Allí siempre había una amena tertulia, con el humor socarrón que caracterizaba a los asiduos asistentes. Nunca faltaba Rafael, mi padre, y gente de todos los barrios que pasaban a saludar y se quedaban un rato participando de la charla.
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Una vez me encontraba en el sillón giratorio, leyendo el periódico, mientras Antonio me pelaba.
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Él con otro señor mantenían este diálogo:
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-¿Y cuánto dices que te costó la finca?
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-Veinte millones, le contestó el otro. -También le compré el camión y el ganado de cabras. Los veinte trabajadores que tenía siguen conmigo y voy a contratar a otros veinte.
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Yo no estaba prestando mucha atención, pero me sonó que era un ricachón el que charlaba. Me di la vuelta y observé que era Rafael. Entonces ellos se partieron de la risa al ver que yo me había interesado en saber quién era el potentado que hablaba.

Esta calle era el lugar de juego de todos los niños de esta zona. Delante del Cine Nuevo jugábamos al fútbol o a darle a la pelota con la cabeza o con el pie, sin dejarla caer. El sitio ideal para jugar a la chapa era en los escalones del cine o delante del bar del mismo. Ese sitio también era el elegido para jugar a levantar estampas, cromos.
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El momento elegido era el mediodía en que no pasaban vehículos. Por la tarde nos íbamos a la Plaza, o Alameda, en que jugábamos a la cogida, a pompa, al escondite y a cualquier juego que alguien propusiera.
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Ya por la noche, jugábamos partidos de fútbol muy entretenidos. Había que tener calidad y saber jugar con los elementos del parque, como las paredes, el kiosko, los parterres y las salidas, dos de las cuales eran las porterías.
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Llegábamos cansados a nuestras casas, pero contentos de tanta diversión y haberlo pasado tan bien con los amigos.

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Foto tomada de la Red

domingo, 5 de abril de 2009

El Pleito de La Aldea: 300 años de lucha por la tierra

Valle de La Aldea de San Nicolás, Gran Canaria, Islas Canarias, España.

La isla de Gran Canaria fue dominada por los españoles entre 1478 y 1483, en una conquista realenga, puesto que fue financiada por los Reyes Católicos, al contrario que la conquista de otras islas en que las campañas fueron financiadas por los nobles, en beneficio propio, por lo que se les denominaba conquista señorial.


La colonización fue lenta. Las tierras fueron pasando de unos señores a otros, ampliando sus propiedades por compras, conversión de terrenos baldíos en fértiles o anexión de otros que eran realengos.

Muchos aldeanos cultivaban esas tierras desde tiempos inmemoriales, pasando la propiedad de padres a hijos, como cultivadores a medias hasta 1927, siempre en perpetuo litigio.

Se daba la circunstancia que ni los propietarios de la Gran Hacienda Aldea de San Nicolás, ni los que habían cultivado la tierra, tenían documentos que avalaran su propiedad, por lo que hubo una lucha, a veces muy virulenta, con el empleo de la fuerza por la Guardia Civil. En medio de estos hechos se produjo el asesinato del secretario municipal en 1876.
Traslado del Ministro de Gracia y Justicia, Galo Ponte, desde la playa de La Aldea hasta el pueblo, en febrero de 1927.

También hubo batallas legales en los que no hubo nunca un vencedor definitivo. Hasta que en 1927, el Ministro de Gracia y Justicia del Gobieron del General Primo de Rivera, don Galo Ponte, se personó en La Aldea para conocer de primera mano el problema que llevaba tanto tiempo pendiente de solución. Él sabía que se habían producido muchos litigios judiciales y algunos líderes aldeanos se habían desplazado hasta Madrid para solicitar la propiedad de sus tierras.

Finalmente, éstas fueron concedidas a los aldeanos, que por fin triunfaron, después de 300 años de lucha, y se hicieron acreedores de los títulos de sus tierras. Y al Mayorazgo se le adjudicó la titularidad de 100 Ha.

Algunos aldeanos se desplazaron a Madrid para tratar de pedir una solución a este problema que duraba tanto tiempo y que tenía soliviantada a la gente de La Aldea.

El cura Vicente Bautista Sosa, tío de mi padre, se trasladó a Madrid para pedir la ayuda del Ministro en el Pleito.

Solicitó audiencia al secretario del Sr Galo Ponte, y éste le contestó que el Ministro estaba muy ocupado y que no lo podría atender.

-Señor, yo vengo desde muy lejos, desde Las Islas Canarias, casi como en el fin del mundo. He tardado días en llegar y no me puedo volver sin haber hablado con él.

-Lo siento, es imposible que lo reciba- le contestó el Secretario.

-No importa, yo esperaré lo que haga falta, le comentó don Vicente.

El cura se sentó en la sala de espera y siempre que pasaba Galo Ponte le saludaba muy respetuoso:

-Buenos días, señor Ministro.

-Buenas tardes, señor Ministro.

Y así cada mañana y cada tarde, al verle entrar y salir de su oficina.

Pasados unos días, Galo Ponte le pregunta extrañado a su secretario:

-¿Quién es este curita que me saluda mañana y tarde cada día?

-El viene desde las Islas Canarias para tratar sobre el Pleito de los aldeanos por la propiedad de la tierra.

De esta manera, el Sr Ministro se apiadó de él y le hizo pasar a su despacho, escuchándole atentamente y prometiéndole estudiar el caso.
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Francisco Suárez Moreno es autor del magistral libro "El Pleito de La Aldea: 300 años de lucha por la propiedad de la tierra. (1990)
También recomiendo la lectura de Breve Historia de La Aldea de San Nicolás (I y II), del mismo autor, en la Revista Digital Bienmesabe, para conocer algo más de nuestra historia.
Fotos tomadas de dicha Revista.
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